Oh, muerte, que te niegas a mi mirada
y no me muestras ni cercanía ni lejanía,
tejes tus hilos callada sin susurrar al oído
ni cantar mientras haces tu labor.
No sabemos si eres sombra de otra noche
o vienes de camino para hacer último alba.
Ah, muerte, siempre pegada a nuestra boca,
lanzada tras las palabras inútiles
de este escaso abecedario,
vuelves a la úvula de nuestra garganta
sin escupir ni el más leve suspiro,
ni dejar cabo suelto de tu secreto
hasta que, culminada tu obra,
en nuestro postrero aliento te manifiestes
y ya, vestidos de mortaja,
disuelvas en la nada este sueño que fuimos.
Oh, muerte, que te niegas a mi mirada
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario