Sin levantar un dedo,
la mano se desplaza,
los pies caminan,
el cuerpo sin remedio
al movimiento se somete.
Soltar la cuerda,
hacer un corte del cordón
que une nuestro ombligo
al útero del mundo.
Tomar distancia desde la montaña
para ver con perspectiva
el valle que nos contiene.
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