Poco tardó la calma

Poco tardó la calma,
fino cortaba el viento
empuñando en la mano el frío.
Laminaba la piel del rostro,
clavaba su hoja
rajando las prendas hasta llegar
a las entrañas del alma.
Hay soledades deambulando
las calles oscuras,
titilan las luces de las farolas.
Desde las ventanas y balcones,
detrás de las cortinas,
se insinúa la calidez de hogar.
Murmullan los pasos solitarios,
algún perro ladra a otro perro,
un gato reposa sobre la piedra
con pose de esfinge.
Fija su mirada felina
en la negrura de unos ojos
enternecidos por la sospecha
de su vagabundeo en esta noche gélida.
Silencio roto por campanas.
Los brazos aprietan el abrigo
mientras los pies regresan
al amparo de la costumbre.
 

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