Igual que el caminante que va
por un campo a oscuras
iluminado por una linterna.
Igual que alumbra la farola
un círculo de luz
en la calle solitaria de la noche.
Igual que dos faros
iluminan la carretera
entre tinieblas,
así vamos por la vida,
mirando sólo aquello
que los ojos ven
sin conocer más allá
que su marcada senda.
Mientras obviamos los elementos
de un hermoso jardín
donde no nos orienta
ninguna rosa de los vientos
sino la tenue llama encendida
de un puro corazón.
¿Qué inmenso océano
nos acoge?
Somos pequeña barca
rodeada de olas,
salpicada de espuma
y sal que nos ciega.
Igual que las estrellas
muestran apenas sus parpadeos
y la arrogante redondez
de la luna llena
es limitado foco
ante la oscuridad del universo,
así, por más fulgor
o fuego prendido
a nuestros luceros,
quedará oculto el infinito
que jamás en la Tierra
nos será desvelado.
Igual que a idénticos ojos,
unos admiran lo que otros
niegan o desprecian,
así torpes son nuestros pasos,
a tientas recorremos
los senderos.
La ignorancia es nuestro castigo
y por ella pecamos
con soberbia y deseos
en lugar de ser humildes
y entregarnos al finito trozo
que la eternidad nos presta.
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