Aunque se pinta de azul y nubes blancas
un mismo cielo
y las horas recorren el mismo reloj
con sus rápidos segundos,
aún el cuerpo se resiste,
busca la mirada en otro horizonte
el recorrido acostumbrado.
Aquella luz de las mañanas,
los dulces atardeceres,
las penetrantes sombras
trazadoras de perfiles y tinieblas
y esa aura mística entregada
por la claridad fingida
de unas farolas,
penetrando los secretos
de los gruesos muros.
Ay, la noche oscura,
su profundo silencio
contenido de tantas voces.
Recuerda el alma los sonidos
con otros ecos,
resuena con engaño por los espacios
un lejano tañer de campanas,
dibuja en la memoria
el alborozo que levantaban en el aire
las asustadas palomas.
Qué ausente de ellas se halla
la mirada.
Dos solitarias a lo lejos,
picotean la hierba
a trozos verdes, a trozos quemada
por el ardiente sol
de caduco verano.
Tienen su nido en el hueco
de un alto ático,
revolotean rodeadas de gorriones
y otras aves anónimas.
Saben igual los guisos
que en otro fuego hierven,
alimento de bocas con la misma hambre.
Tendrán que aprender los pasos
al ritmo de gotas de otra fuente sonora.
Qué tormentas desplegarán las alas
de las nubes
y vendrán a sembrar de charcos
esta tierra.
Abriré las pupilas en esta oscuridad
hasta que se compriman
en una clara imagen.
Aunque se pinta de azul y nubes blancas
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario