En esta tarde que ya comienza
a vestirse de otoño,
vierte el cielo una fina y silenciosa lluvia.
Minúsculas gotas acarician la tierra,
bañan las calles y sus enseres
desamparados sin un cálido refugio.
Cubre un velo el paisaje
y embellece su rostro melancólico.
Es lluvia breve, como el llanto de un crío
que, sin pasión, muestra su enfado
y pronto sonríe abriendo sus labios,
mostrando al mundo
sus inocentes dientes de leche
y su inconstante ánimo.
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