La lavanda ha dejado
el aura malva entre los libros.
Ha jugado con las letras
y saltó por la ventana.
Recorrió la calle cuesta abajo,
se entretuvo sentada
en un banco del parque,
agitó entre risas
las plumas de los gorriones,
que asustados levantaron
el vuelo.
Regresó a casa
con la cara mustia,
lánguidos los pétalos,
perdido el aroma.
Hoy descansa entre las hojas
de un viejo libro,
recordando aquellas palabras
de un tiempo de recreo.
Cada día se inventa
una nueva historia.
La lavanda es aire,
luz perlada su rostro,
retiene en su estanque seco
aún su esencia.
Vuelca a mis manos
su caricia amable,
cuando visito su sepulcro
en estas páginas ajadas
donde duerme
su sueño eterno.
La lavanda
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