Pero hay un temor más grande,
infinito y cercano,
aún más tenaz que la muerte.
Pasa desapercibido si le interesa,
o se vuelve encantador anfitrión,
sin pretenderlo, acapara
la atención de todos.
En la pista de baile,
sabe llevar los pasos,
conoce muy bien la coreografía,
giros y saltos, volteretas y pausa.
Su porte es elegante,
su trato educado,
cuida los detalles al milímetro.
Molesta su tarareo impertinente,
su voz cansina y monótona,
el tamborilear de sus dedos
sobre nuestra mesa,
el crujir de sus zapatos.
Dicen que es un tipo vanidoso
que se vanagloria
de tenernos en su anzuelo,
que siempre nos recuerda
el pasado perdido,
el tren que nunca vuelve.
Que no tiene respeto
a nada, ni a nadie
y nos roba el presente.
Nos llegan rumores
de que ostenta de sus riquezas,
En realidad,
es un prestidigitador de poca monta,
con torpes trucos.
Es comensal que nunca paga
Seductor que alardea
de ser el mejor amante,
el típico que después de hacerte el amor
se duerme y ronca.
Todo esto son habladurías,
no le echemos la culpa
de nuestros pecados,
a pesar de estas calumnias,
intenta ganarse nuestro amor.
Su intención es buena,
no son traidores sus afectos,
sólo quiere ser melodía
en nuestro caminar.
Él estará presente
incluso cuando emprendamos
nuestro largo y último viaje,
no para decirnos con el pañuelo adiós,
pues él será compañero silencioso
en este trayecto eterno.
Él es el que es,
no oculta con máscara su rostro,
ni engaña con su sonrisa.
Su verdad es cristal transparente,
sin números, ni arena, ni sombra,
ni esfera de pendular constante.
Un fiel amigo
que desea lo mejor para ti.
Debe ser escuchado,
que su deseo sea el tuyo
y veas el claro reflejo
de su estanque.
Recréate en el rumor de sus aguas,
mira atento su belleza,
siente su líquida superficie,
atiende a su palabra.
Cógelo entre tus manos,
sean ellas el refugio
que promete su regalo.
Pierde el temor,
danza al compás de sus segundos
y recorre bajo su tutela,
los paisajes por donde te lleve.
El miedo
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