Esperé a la ribera de un río

Esperé a la ribera de un río,
adormecida con rumor calmo
del agua sobre sus guijarros,
nana dulce era su borboteo.
Un pájaro distraído sobre una rama
creaba melodías con su gorjeo rítmico.
Tal vez piensa que es libre
porque vuela
y que existe al ver su reflejo
sobre un espejo estático.
Hallé un torrente
de agitado y confuso batir,
con profusas cascadas
y violentos remolinos,
el atronador romper
de sus lanzas sobre un foso de espuma.
Enredadas lenguas afiladas
atravesaban su cristal plateado,
roto en infinitos trozos.

Era impaciente vigilia
que espera en sigilo
el paso del sueño,
la dulce baja marea
antes de volver brava a la playa.
Fui simple pluma perdida
de ave migratoria,
mecida por las olas,
abandonada sobre la arena.

El insomnio interminable
saluda al amanecer
con los ojos abiertos
y pesados párpados.
Lento, el cuerpo se despereza
para entregarse a la lucha.
El duro empeño le hizo rendirse
a los pies de su cruel enemigo,
que, al verlo vencido por el esfuerzo,
le concede la última gracia,
el leve reposo de unos minutos,
casi un suspiro,
antes de la llamada al combate del día.

Aquellos que nunca están dispuestos
a morir, lo saludan.

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