Sobre los tejados hay palomas
que arrullan en la calmada tarde.
Son horas tranquilas
cuando las almas sueñan
en aletargados cuerpos.
Ronda la armonía,
la vida exprime su mejor jugo,
el sol, aunque generoso aún,
dulcifica sus fervientes
brazos,
no aprietan ahora,
acarician.
En esta tarde de un septiembre
que nos abandona,
el mundo no da miedo,
es quizá el prometido paraíso,
pero es tan frágil su instantánea,
que puede volcar la miel
de su cuenco y ofrecer en segundos,
su amargo poso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario