Preguntándome


Cómo podemos vivir sabiendo

que todo es ya cadáver,

cómo podemos continuar

si esto que hoy va preso,

se zafará pronto de su lazo.

 

No lances las campanas

al aire,

no alces la bandera blanca,

no proclames méritos ni gloria.

Al viento caprichoso

no cantes aleluyas,

pues hoy son goces y mañana,

el tiempo que contiene

tus hora finitas

vendrá a saldar sus cuentas,

reclamará todos tus bienes.

Allí donde hubo haberes

después serán débitos.


Si hoy lloras sin consuelo,

exiges justicia,

suplicas piedad,

reniegas que exista clemencia alguna,

y en despecho profanas

el nombre de algún dios,

no maldigas el instante

en el que fuiste creado,

sino la ingrata conciencia

que te hizo del dolor siervo.

 

El devenir astuto pondrá

tu mundo boca abajo,

volcará el cuenco de la alegría

y será devuelto con desgracias.

Baste un suspiro para pensar,

¡esto es insoportable!

pero si aguardas con paciencia

y no das todo por perdido,

traerá el aire otras sonrisas,

diluirá ese negro sufrimiento

y aunque la carne y el espíritu

lo retengan en su memoria,

no hay herida grave que no cure

si no llega a matar.

 

Aun dejando una cicatriz profunda

inoculado en tu ser su veneno,

¿cómo son estas entrañas de la vida

que tiran de sus cabellos

y te sacan del pozo más oscuro

o ellas mismas,

ausentes de voluntad, te entierran?


Qué importa si devuelve llanto

por carcajadas,

recuperas placeres,

opulencia o renombre.

¿Tan ilusa es tu inteligencia,

y tan cerrados tus párpados,

que con sólo entreabirlos

puedes ver con espanto,

la oscuridad que te acecha?

Acepta tu insignificante ser,

tu podredumbre,

tu fortaleza inútil

ante el imprevisible azar.

No grites palabras vacías,

¿para qué llenar las horas

con rutinarios actos,

creyendo bajo control

los momentos fugaces?

¿Qué hacer mientras se vive,

cuando nacemos ya muertos?

 

Mantener despiertas las ganas,

dar aliento a tus cachorros

con promesas de mentiras,

verdades entre tinieblas

adornadas con heroicas

razones y de postre, si hay,

saborear los reposos

que los malos augurios

nos conceden.

 

¿Para qué este caminar,

entre amor y odio?

Rompe con rabia la ira,

sosiégate y entregate al martirio

como un santo.

No ahorrarás ganancia,

pero obtendrás el beneficio

de permanecer ante todo

un poco incrédulo,

estoico,

desengañado.

y, a la vez, 

creer en la lógica

del infante,

donde todo es posible

 

Breve y vacía es nuestra cordura,

dancemos el baile de los locos.

Nada impedirá a este ladrón

romper la paz y arrancártela

como leve pluma

y lanzarla al aire.

Volverá a tierra fértil,

rodará por extranjeras comarcas,

germinará en otras cosechas,

caerá su polen

sobre flor de nuevas primaveras,

pero siempre, sin olvido,

llegará otro invierno.

Este rodar de estación en estación

no tiene sentido,

¿por qué tener ojos para no ver

más allá de un negro horizonte?

 

Entre calma y tempestad

perdemos el aliento

y siguen los cráneos sepultándose

en la misma tierra que da vida.

Danos motivos para comprender

estos engaños del sentido,

danos entendimiento en este error

continuo que no logra acierto.


Comer de este pan cada día

igual que el gorrión receloso

que picotea el suelo,

mirando de uno a otro lado.

No le sorprenda el enemigo

y sea su suerte la tumba.


Aunque ruegues a todos los dioses,

¿quién sabe si eres su entretenimiento?


¡Canta pajarillo alegre, canta!,

que pronto saltarán

sobre tu cuello otras aves rapaces

que acallen tu trino.

¿Por qué tener miedo de perder

si lo que posees lo tienes seguro

con frágil candado?

Lo que tenga que venir

no faltará a la cita

y, por muy a resguardo

que pongas tus pertenencias,

ante la voracidad de los caprichos

del destino,

ningún muro, ni coraza

serán impedimento.

 

Come primero las tiernas carnes,

después chupa de los huesos hasta el tuétano.

Tal vez tu corazón no resista

el susto de un trueno,

y degüelle el huracán

la recia rama de tus certezas.

No habrá camuflaje

que te proteja entre las hojas,

para su incisiva mirada,

su tacto sutil,

su olfato y gusto exquisito,

su pupila dilatada a todos los colores y formas,

sus oídos a la más mínima

vibración.

 

¿A quién poner en mi boca

para tan gran desamparo

sino a una fuerza descomunal

que domina el universo?

Germen de nuestro nacer,

a él imploramos superar

nuestras debilidades,

nos otorgue el refugio

bajo su poder sin límites.

¿Cómo mostrarse la frágil materia

sino vencida y esclava

de su benevolencia o furia?

Ingenua promesa es el premio

con la muerte

no sin antes pagar

el precio de estar vivo.

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