Entra la luz blanca de la luna

Entra la luz blanca de la luna
por la ventana,
claridad fría,
su plateado manto.
Se despoja de su velo,
enamorada novia,
y sobre el lecho del mar
lo posa hasta el alba.
Iluminada estela
de destellos diminutos
como estrellas saladas.
¿Qué sueños de amante
le contará a la espuma
de las olas?
En la clandestina noche
murmurará al oído
del océano
su amor secreto.
Dicen las malas lenguas
que la luna tiene envidia
de los rayos dorados
del sol.
Pensamos, confundidos,
que uno a otro se rechazan
como el hielo al fuego.
Pero bien sabe el día
los encuentros furtivos
de estos entregados desposados
en el lecho del firmamento.
Ante nuestros engañados ojos
parecen entre ellos tan contrarios,
una tiene piel de porcelana
y corazón gélido
el otro tan ardiente
que su roce quema.
Sin embargo, más pasión
y desenfreno hay
en sus caricias,
ebrios de placer.
Cae rendido el sol en el ocaso
para de nuevo fundirse
en sus besos.


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