Cuando la luz no alumbra
las horas de los días
y cabalgan demonios
en las arenas de un desierto.
Cuando abrasa bajo la piel
salada lluvia
y el rostro se adorna
con una sonrisa amarga
ante el cristal del espejo.
Cuando canturrea el dulce caño
de una alegre fuente
y tu boca sedienta
no bebe de su manantial
por estar sellada de angustia.
Cuando no entiendes
ni tu ortografía ni sus letras
y saltan sobre un oleaje agitado,
confusos, perdiéndose entre líneas,
los silencios.
De repente, sobre esa herida tierra,
caen gruesas gotas
de una improvisada nube,
emborronándolo todo.
Cuando la veleta no apunta
a ninguna parte
y el viento la gira
al torbellino de su capricho.
Cuando no se sabe explicar,
las palabras
brotan en enloquecido monólogo,
atrapadas en bucle
de un compartido tiempo,
tantos
cuando, cuando, cuando...
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