No estoy sola pues tú estás

 No estoy sola pues tú estás
en la luz que recorre las calles.
Sobre las nubes siembras destellos 
con pinceles mojados en oro líquido
nacido de minas ocultas en el infinito
donde la Luz habita.
Y las nubes me enseñan
cómo es nuestra vida, constante fluir.
Las veo seguir su camino 
llevadas por brisa a veces,
empujadas por un viento hostil otras.

No es soledad vacía pues el mundo
penetra por cada poro de mi piel.
Oigo los ecos y su armoniosa melodía
son cantos de otro universo oculto
tras el cristal opaco de mis ojos.
Sombras somos, sombras deformes
de un paisaje distinto, 
más intensos son sus colores, 
indefinidos sus detalles.
Mi mirada imperfecta sigue entre tinieblas
con la guía de un impalpable hálito.
Algo sin forma llena y rodea mi cuerpo 
y sin ataduras se desenvuelve por los espacios.
No tiene nombre aunque es nombrada alma 
y me impulsa hacia un lugar
que nunca alcanzo.

Soy un tenue fulgor de lo perpetuo,
masa de un reflejo,
mota de polvo suspendida,
luz que atraviesa esta sumergida oscuridad.
Intuyo, sospecho, confío y espero
saberme diminuto instante de luz,
brillo en un inhóspito horizonte.
Me paseo por este valle,
mi oriente y mi oeste de cada día,
mi orto y mi ocaso eterno.

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