Ser ave que divisa la holgura

 Ser ave que divisa la holgura
de un territorio,
no para elegir presa,
sino hacer reposo de su vuelo.

Hablar con uno mismo es saber

 Hablar con uno mismo es saber 
que en ti está el otro.
Estableces un diálogo,
le preguntas y te responde,
pides comprensión y desahogo
y obtienes consuelo, censura, duda.
Tal vez, recibas algún consejo
de amigo, aunque la demasiada confianza 
te moleste cuando te riña.
Hay respeto, no siempre
le permites ciertas contestaciones.
No aceptas un no por respuesta
y detestas sobre todo su silencio,
cuando en gritos lo llamas y no acude.
Te sientes entonces abandonado
y duramente con él te enfadas.

Hablar con uno mismo es nunca sentirse solo,
aunque estés ausente.
Hablar con uno mismo es hablar con dios,
entre ambos encontrar el bálsamo 
de una verdad que no duela,
recibir el abrazo en el llanto,
la fuerza para agarrarte a su ancla
para no hundiros juntos. 

Morir a la soledad

 Morir a la soledad,
no en soledad.
Morir a los miedos,
no en los miedos.
Morir a los sueños
y despertar.

Acaso es razón de ser el camino andado

 Acaso es razón de ser el camino andado,
y bastan en la oscuridad unos tragaluces
hasta llegar a la zona sin espacio.
Ni color de día ni sombra de noche, 
la palabra olvidada devolverá
la voz engendrada en el Verbo.

Dios sin creencias ni criterios

 Dios sin criterios ni creencias,
ello y no aquello.
Soy el no yo, el universo mismo,
y dejo al yo en su tumba
donde rezan miedo y dolor.

EN nuestros paseos sabemos

 EN nuestros paseos sabemos
que estos pasos serán huellas
en otro mañana.
Trazamos día a día un mismo recorrido
y siempre nos sorprende
la belleza de algún detalle.
En esta noche húmeda,
nuestros rostros reciben
un frío que aviva la sangre.
Al abrigo cálido de nuestras prendas
se une el calor de nuestros cuerpos
agarrados el uno al otro.
Hablamos de muchas cosas,
añoramos ya 
este presente 
que será recuerdo
o quizá olvido.
Intentamos retener en la mirada
la solemnidad de estos contornos,
su imagen fantasmal bajo la bruma.
Son cuerpos que dicen ser inertes,
sin embargo, cuánta memoria dialoga
con estas gotas suspendidas en el aire.

He mirado

 He mirado 
el trecho marcado de mis palabras
escuchadas por ojos extraños.
Fueron selladas al papel,
trazaron un paisaje de senderos.
Puertas y ventanas abiertas al vacío
eran sus intervalos
allí donde su río dejaba un lecho seco.

Qué mágico encanto convirtió
la voz en estatua,
no de piedra ni mármol, 
sino obra líquida 
que adquiere múltiples formas
con el corazón que las siente.

No estoy sola pues tú estás

 No estoy sola pues tú estás
en la luz que recorre las calles.
Sobre las nubes siembras destellos 
con pinceles mojados en oro líquido
nacido de minas ocultas en el infinito
donde la Luz habita.
Y las nubes me enseñan
cómo es nuestra vida, constante fluir.
Las veo seguir su camino 
llevadas por brisa a veces,
empujadas por un viento hostil otras.

No es soledad vacía pues el mundo
penetra por cada poro de mi piel.
Oigo los ecos y su armoniosa melodía
son cantos de otro universo oculto
tras el cristal opaco de mis ojos.
Sombras somos, sombras deformes
de un paisaje distinto, 
más intensos son sus colores, 
indefinidos sus detalles.
Mi mirada imperfecta sigue entre tinieblas
con la guía de un impalpable hálito.
Algo sin forma llena y rodea mi cuerpo 
y sin ataduras se desenvuelve por los espacios.
No tiene nombre aunque es nombrada alma 
y me impulsa hacia un lugar
que nunca alcanzo.

Soy un tenue fulgor de lo perpetuo,
masa de un reflejo,
mota de polvo suspendida,
luz que atraviesa esta sumergida oscuridad.
Intuyo, sospecho, confío y espero
saberme diminuto instante de luz,
brillo en un inhóspito horizonte.
Me paseo por este valle,
mi oriente y mi oeste de cada día,
mi orto y mi ocaso eterno.

Qué corta queda la palabra

 Qué corta queda la palabra,
qué sumisa se muestra a lo inefable.
La palabra se dice, se pregona,
se encierra y deja en el aire su grito,
en la piedra, su huella.

Qué triste está la palabra,
qué ardua lucha su propósito.
La palabra se alza valiente
aun quedando su bravura
en un leve suspiro.
La palabra, qué hermosura en la boca,
en los trazos de sus sonidos.

Pobre palabra que por torpeza enmudece.
Toda ella se esfuerza
para dejar la verdad apenas difuminada,
insinuada luz, filtrado rayo 
por el agujero de su cerradura.

Ah, la palabra con pecado concebida,
mácula en un lienzo blanco,
encarnado verbo,
fuego, fulgor, llama, lumbre, 
claridad mínima que penetra
por una ventana entornada.

Que las olas me encuentren

 Que las olas me encuentren
sin oponer resistencia,
aunque a veces me cubran con rabia 
y dejen mi boca ahogada en sal.

Escupiré al mar si no me hunde,
me dejaré mecer, acariciar por el sol. 
Frente al frío de la noche,
siempre vienen sus primeros rayos cálidos.

Nada retengo pues, nada es mío,
todo es prestado, suspiros y llantos,
la lágrima y la sonrisa que me limpian.
Dejo pasar estos segundos
con los que el tiempo me engaña.

Se ha ido hoy la luz

 Se ha ido hoy la luz,
la artificial,
esa que cuelga del cielo de nuestros techos,
sobre los espejos y las mesas,
alumbran rincones de la casa,
avenidas y callejones oscuros
y activan nuestros electrodomésticos.
Qué voraz es su apetito
que devora hasta las estrellas
y qué torpe es el hábito ante su abandono.
Mi mano acostumbrada
sigue inútil pulsando los interruptores.
Qué triste dependencia,
qué esclavitud.

Acaso el aire, el agua, el alimento y el fuego
que abriga y alumbra no sea suficiente.
Saber modular la voz de los sueños 
para dar sentido a la palabra y sus actos
nos consuela y da serenidad al espíritu.
Ser libres no es gritarle al viento,
sino desatar los finos hilos de la rutina,
bañarnos en el universo
que busca el equilibrio a capricho.
Nadie cuenta con mapa
para recorrer ese dédalo.
A veces nos viene bien
desviar el eje de la balanza.
Aligeremos los pies de la tierra
y que la carga sea leve.

Si hago un lazo se suelta

 Si hago un lazo se suelta,
si hago un nudo se deshace.
Qué hacer con estos pájaros 
para que queden en mi jardín
con sus alegres trinos,
y, después de sus peregrinos vuelos,
pernocten de vez en cuando en casa.

Aconseja el jardinero

Aconseja el jardinero
retirar las hojas mustias,
arrancar el cáliz marchito,
dejar el pedúnculo limpio
para mejorar la floración.

Tal como brota la rosa,
así la dejo que siga su curso
y sea el tiempo quien seque sus pétalos.

Ha llegado la noche por sorpresa

 Ha llegado la noche por sorpresa.
¡Qué pronto trae este otoño su negrura!
Y, sin deseo, el cuerpo exige su rutina.
No le concede a la voluntad
la más mínima muestra de pereza,
porque sabe que hasta en la nada
hay que rebuscar un resto de ilusión.

Adónde se fueron los vencejos

¿Adónde se fueron los vencejos
que anidaron en las grietas de las tejas,
en la torre del campanario,
en los altos cipreses de la plaza?

***

Este valle oculto 
de oscuras sombras
lo recorren ríos 
de aguas gélidas
que bajan de las montañas.
 

 ***

Muere de hastío la mariposa,
será polvo de plata.
Muere rendida la mariposa,
rotas tiene las alas.

***

No voy hacia dentro,
ni estoy afuera.
Fluyo ligera, vaporosa,
hacia arriba.

***

Por qué voy siempre 
de la calma a la lucha,
de la inquietud al sosiego,
sin poder detenerme 
en este fluir continuo.


Hay cosas que son hermosas

 Hay cosas que son hermosas
solo si la ves de cerca,
unidas piel y carne.
Otras sin embargo,
lo son en la distancia
y si te arrimas, nos decepcionan.
Las de cerca nunca engañan,
confirman o desmienten su belleza,
si te guía la claridad y discernimiento.

La mirada confundida dibujó un paisaje
en su horizonte,
un valle desde una cima.
Los pasos le llevaron hacia él 
y aquel cuadro uniforme 
se transformó en piezas sueltas de un puzle 
que perdían la figura armoniosa
y la mezcla de colores se diluía
como pintura en el agua. 
Quedaron desfigurados sus contornos,
las curvadas líneas eran aristas puntiagudas.
Aparecieron espacios horribles,
ocultos a la mirada remota 
que no apreciaron los límites
ni las diferencias en la lejanía.
Entre sus huecos se acumulaban desechos,
oscuridad y abandono.

Tal vez el Dios,
desde el inconmensurable infinito,
quedara satisfecho con su creación
precisamente por estar tan distante.
Si agudizara el ojo,
si bajara de su alto trono,
quizá reconociera que su obra
no fue tan buena ni perfecta,
ni era tan intenso el azul de su cielo,
ni su bola de cristal tan brillante y luminosa.

Estaría bien que retomara el pincel,
se fijara muy de cerca en los detalles,
limpiara con trazos bellos
los rincones sucios, 
la pintura cubierta de polvo,
los defectos que, afinando la vista,
sobresalen del cuadro
que Él admiraba desde la lontananza de su reino.

Con su lento paso

 Con su lento paso, 
ella marca mi ritmo, tiempo y modo,
impone su medida,
me lleva por desvíos.
Decide ante mi desesperación las pausas,
perfila en el horizonte,
señales de humo engañosas
y no promete nunca nada.
Se empeña en alentarme a continuar,
quiere que establezcamos una promesa tácita,
nube que quizá el viento se lleve.
Tiene sus trucos para dirigirme
por un camino tortuoso,
tirar de calendarios con el anzuelo
del mes siguiente.
Es compañera de los segundos,
amante de años,
ignora los relojes y no atiende a cronologías.
Se expresa siempre tranquila, libre.
Su mirada es transparente,
son nuestros ojos obstinados.
Tiene el ánimo incorregible de la fe ciega.
Es melodía del viento
no sujeta a pentagramas.
Sus notas se dispersan como hojas
caídas de un árbol que olvida el tiempo
y niega el apoyo de la mano 
que pronto dirija a la meta.
Es su hábitat el lago del estoicismo,
el río de la fortaleza, el inmenso océano
de la resignación.
Borrar el deseo de tu vocabulario,
soñar por soñar, establecer con ella
una sosegada conversación, escucharla,
practicar sus calmados modales,
imitar su andar sin apego.

La paciencia parece ser amiga
y no se inmuta ni le duele el corazón
si ante las circunstancias
tiene que traicionarme.
La paciencia se ríe en nuestra cara,
nada le preocupa ni le angustia,
impone sus maneras.
Y acabo por aceptar sus condiciones,
una se rinde siempre ante su tajante decisión.
La eternidad le pertenece.

Supiste acaso que esa falda con peto

 Supiste acaso que esa falda con peto
de tela de cuadros y tableada,
que estrenaste para un encuentro de amor.
Sabías acaso por aquel entonces
que acabaría en trozos unidos
en la manta que te cubre cada noche de invierno.
Si a tu oído vinieran volando mariposas,
las mirarías con ternura y encanto
y darías cuenta solo de su belleza.
Si los gorriones que distraían
tu mirada embelesada, te cantaran estos otoños 
quedarías embobada con sus trinos de primavera.
Ya viniera el fuerte viento de levante
a trastornar tu cabeza y enredar tus cabellos, 
sonreirías frente a las olas,
envuelta con la dulzura de su espuma blanca.
Después de todo, aquellos sentidos 
puestos a hervor estaban tan gozosos,
de sus burbujas que en su corazón solo sentía fuego
para aquellas delicias, 
perlas estrenadas de un regalo tan soñado
y esperado, aunque tardío,
despertabas a la vida.

Estos días andan revueltos

 Estos días andan revueltos
como adolescentes,
cambian sin motivo su ánimo.
Su rostro se oscurece tan pronto
como reían antes 
y muestran con desparpajo
sus sonrisas blancas e ilusas.
Se aíslan y buscan soledad 
o se exhiben con arrogancia
y no hay cadenas que los aten.
Hablan con elocuencia
y al instante siguiente
se encierran en un pétreo mutismo.
Ha perdido la cordura este cielo,
habrá que esperar pase
esta etapa de crisis,
donde son volubles los deseos
y no encuentra asiento la costumbre.
Esperemos que la efervescencia 
y primavera caprichosa
traiga la madurez en el comportamiento.
Pero no hay verano sin tormenta
ni otoño sin sofocos
y, aunque el invierno hace frío,
también tendrá sus imprevistos naturales
y sus duras consecuencias.
Este horizonte pinta paisajes
que solo son sueños.
Todo es engaño,
caminos tortuosos que ofrecen
a veces el recreo
para el disfrute breve como esta nube,
novia vestida de blanco
que ya arrastra la cola de sombras.

Aunque guardo en el almacén

 Aunque guardo en el almacén
algunas de sus armas y escudos,
no me gustan las batallas,
siempre dejan cubierta la tierra 
de cadáveres.
Prefiero luchar conmigo misma
y deshacerme de esta propiedad penosa,
cortarle las alas al ego
y sin peso volar.

Este majestuoso cielo

 Este majestuoso cielo,
abullonado de nubes,
cúpula del templo de este mundo,
abre lagunas de un claro azul,
espejos brillantes,
encajes primorosos,
sueños floridos.
Los rayos del sol
rompen su apretura,
llenan nuestros ojos de luz
y el corazón de esperanza,
aunque amenacen nubes grises
en el horizonte,
no será perpetúa su penumbra.

Qué pronto se va la tarde de domingo

 Qué pronto se va la tarde de domingo.
Fugaz abandona el sol su cenit,
corren las horas por el horizonte.
Nació el día y llegó el ocaso
y la noche se sembró de sombras.
Rápido va la vida,
deja atrás a todos los presentes,
busca la amistad del recién instante
y su mirada puesta en el después.
Qué tarde, sin embargo, llega el sueño
para este durmiente.
Los párpados del deseo acumulan insomnio,
arrastran el pesado cuerpo de la voluntad,
lento, a un ritmo imprevisible
quizá la mano alcance su premio.

Era la casa de muchos recuerdos

 Era la casa de muchos recuerdos,
de trastos acumulados,
ofrendas para los caprichosos ojos,
objetos que dejaron de ser útiles 
y a otras manos sirven.

Fue hormiga trepadora

 Fue hormiga trepadora 
y olvido de noche,
ausencia de palabra,
colmillo de lobo.
Nada se entiende, 
ni traza razones
el eco que vuela sin alas.
Fue castillo sin torreón
atacado por corsarios,
le engañó la bruma 
entre mar y cielo
y encontró su derrota.
Nada se ajusta a la línea recta
por donde la hormiga avanza,
lenta, ciega, sumisa 
camina hacia el precipicio 
de su inconsciencia.

Hoy es de esos días que miras un cielo

 Hoy es de esos días que miras un cielo 
olvidado con el trajín de la rutina. 
Te asombra y conmueve ese paisaje,
fondo de claro azul 
pincelado de nubes blancas,
parecen barcos veleros sobre ese mar.
En tan poco, ¡cuánta belleza!

Camina por la calle, solitario, el ciego

 Camina por la calle, solitario, el ciego
bajo un sol penetrante.
Arrastra de lado a lado su bastón
sobre los adoquines
con un rítmico traqueteo.
Un gato color melocotón
descansa sobre el pretil
de una ventana alta,
sigue al ciego 
atraída por el compás.
Ella, distraída, los observa.
Y desde otra ventana
se desliza tras el cristal una sombra.
Son ojos que se miran 
mientras el ciego avanza.

Viste el rostro de vida

 Viste el rostro de vida,
la mirada llena de luz,
de mejilla a mejilla la sonrisa.
Es ese velo traslúcido,
esa capa de color encendido,
el brillo en el semblante
y el negro cielo cubierto de estrellas 
de su iris.
Un corazón palpita
al unísono 
con otro corazón.

He alzado la mirada y, devuelta

 He alzado la mirada y, devuelta
a la sorpresa de este horizonte,
pienso, cuántos momentos perdí.
Y ya se regodea el alma con el mañana,
deposita en su cuerpo débil
la anchura de las promesas.
Para este sueño reincidente 
tendrá que venir el viento
con su bruscos despertares,
con su bofetada de heladas rachas,
y sacarme de este empeño
de recuperar aquel onírico paisaje.
Fue verdad, lo supe, creí en su certeza
y los días me llevan por caminos
con la boca abierta para beber la magia
y recitar un trabalenguas de sortilegios.

A pesar de las nubes la noche es clara

 A pesar de las nubes la noche es clara, las lleva el viento y a ratos cubren una luna que crece cada día. Al cruzarse por encima su claridad, deja rastros luminosos, bordes de un gris teñido de burdeos. Es noche profunda y sin embargo, parece el inicio de una nueva alba. Perfila la luz clara con maestría este mundo que duerme. Sobre ese fondo misterioso emerge la rotunda presencia de una iglesia, trazado cada detalle con limpias líneas. No hace falta un sol para mostrarla en toda su grandeza. Hacia poniente, donde se hacen nudo las tinieblas, se levanta suave una espadaña,  culminada por una rústica y pétrea cruz. Al este, buscando la luz, está la torre del campanario, hermosa silueta con los cuatro arcos de los vanos de sus ventanas tragando todas las sombras. Con su viejos yugos de madera y solo tres campanas silenciosas. Dentro, a resguardo, dormitan las palomas.


En esta noche de clara luna, bañada de gruesas nubes cargadas de lluvia, el insomne, antes de rendirse al sueño, respira su belleza y deja acariciar su rostro por este aire frío. Son como estas nubes claras y oscuras, muchedumbre brumosa que huye hacia otro firmamento, abandonado el espíritu al reposo. Madrugada de este cielo sublime que contiene todos los miedos y todas las promesas, la amenaza de la incertidumbre y el consuelo de la esperanza. 

La magia se esfuma en el aire

 La magia se esfuma en el aire
si esperas demasiado,
si tras agitar la varita,
no atrapó a tiempo en tus pupilas
el brillo de la ilusión.
La pierde la mirada distraída.
Fácil se quiebra como el cristal,
si golpean su punto más débil.
Desaparece y vuelve la mesa al suelo,
la lámpara al techo y al cielo el círculo
mordido de la luna.
Atada al hilo de los segundos,
guiada por sus agujas,
teje pespuntes sobre un tejido
frágil, tan fino, que parece transparente.
Ocupa los espacios la caótica realidad
con su pulcra y falsa apariencia 
de orden y ley.
Ceñida en su ajustado traje
se pasea con aire de arrogancia.