Cuando aún el horrible nombre

Cuando aún el horrible nombre
no existía,
lloraba el hombre
en el silencio de la siesta,
ayes que penetraban
en las casas vecinas
sin llamar a sus puertas,
ayes de sufrimiento
a través de las ventanas
compartidos.

Cuando el nombre
aún no existía
le llamaron depresión
y todo el mundo
se enfadaba
por su actitud,
por no levantar
el ánimo
y llorar
como un niño.
Nadie lo entendió.

Cuando aún no existía
el fatídico nombre,
la demencia a hurtadillas,
camaleónica y usurpadora,
roía su cerebro.

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