¿Qué trastocó la mirada
que el mundo parece absurdo,
extrañas las personas
y miles de peligros amenazan
por todos los lados?
No hay rincón cierto.
Las tranquilas aceras
son precipicios mortales.
El parque, los edificios,
la belleza de un jardín
con árboles y parterres,
los muros pintados y con adornos,
la escultura de un banco
de hierro,
las cándidas palomas
bebiendo de una fuente…
todo amigo ayer
son hoy un homicida acechándonos.
¿Qué le ha pasado a la mirada?
Serán cataratas que nublan
paisaje y mente.
Quizá la presbicia
que ha convertido el metro
en abismal distancia,
turbio el aire
y desde la punta de tu zapato
todo es densa niebla
en esta oscura ciudad.
¿Qué habla la mirada,
vacías onomatopeyas,
gruñidos intimidantes,
alaridos quizá, para asustar
al enemigo?
Palabras cargadas de miedo y dudas,
inseguras pestañean,
caen pesadas sobre los párpados.
Se cierran, se abren.
No hay guiños que sosieguen
tu espíritu preocupado,
sino desconfiados reojos.
Sólo se ve gente perdida
en el laberinto
entre opacos cristales.
Todos nos miramos
y vamos ciegos de nadie.
Parecen fantasmas de cadáveres,
andantes esqueletos
que hacen gracia
con sus baile de muerte.
¿Qué ha cubierto el iris?
Antes cristalino y diáfano,
muestra esta tosca realidad,
un conjunto de locos errantes
huyendo de todo,
ingenuos, sonámbulos,
pisados por el tiempo.
Reptan y creen que corren.
Qué trastocó la mirada
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