Tristezas

Hay tristezas endémicas,
asumidas por una cultura.
Hay tristezas por ser este
un mundo cruel,
pero hay tristezas fingidas,
tristezas grotescas en su trivialidad
que ofenden a las tristezas verdaderas.
Tristezas que emanan
de una herida abierta y sangrante.
Hay seres despreciables que juegan
con las tristezas de otros,
para hacerlas un producto vendible,
ignoran las que no aportan beneficios.
Hay tristezas que se regodean
en su dolor
muestran sin resistencia
los ríos de sus llantos,
tristezas proclamadas al viento.
Tristezas sumisas que reclaman
la caricia de otras manos.

Tristezas que desprecian
la compasión.
Tristezas que guardan
su lamento silencioso.
Hay tristezas,
perlas entre hielo escondidas,
ardiendo en intenso fuego.
Tristezas tímidas, llamas
apagadas en un simple soplo.
Hay tristezas que se quejan
de sus tristezas,
piden que otros les laman
sus heridas.
Hay tristezas aún
más profundas y oscuras
que cavan para encontrar
la luz de algún sol.

No hay mayor tristeza
que desconocer su fuente
y sellar con duro cemento la boca
para que no vierta más veneno.
Tristezas que se pierden
en su naufragio.
Tristezas que, llegadas a la orilla,
las olas arrastran
a batirse en duelo
contra las rocas.

Ay, tristeza mía,
¿de qué especie eres tú?

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