Plegaria al silencio

No hay silencio en el silencio.
Claman infinitas voces
en el denso aire,
crujen paredes,
protestan frigoríficos,
hay golpes de objetos ocultos,
sutiles susurros de visillos
murmurando con las ventanas
abiertas.
El cosmos nunca calla,
dice con su lenguaje
hablas desconocidas,
gimen los árboles,
conversan las hojas,
un mundo inerte grita,
discuten Vida y Muerte.
El silencio rotundo
entre los muertos está lleno
de lamentos y oraciones,
melodías de pájaros,
zumbidos de insectos,
masticar de dientes
que comen la carne putrefacta.

Silencio es falsa paz
que engaña a la boca,
mas al alma grita
la verdad de lo eterno
negada por el parloteo
de nuestras mentiras.
Silencio solemne,
místico y austero,
donde crepitan las velas
de nuestras súplicas
y la mirada perdida
hacia lo sagrado
entre paredes impregnadas
de tiempo.
Rostros en éxtasis,
vírgenes sumisas,
santos y mártires,
todos callados, pétreos,
muestran sus abiertas llagas,
suplicio hecho mueca.

Cuán ruidoso es este silencio
que no percibimos,
oídos sólo hechos
a las palabras,
ignorantes a otras voces.
Silencio de hospitales
donde hablan asientos
de salas de espera,
gemidos tras las paredes,
estruendo de rodar
de camillas por los pasillos.
Una puerta giratoria
de dolor y alegría.
Silencio en una guerra
sin tregua de paz,
tierra inconquistable.
Desterrados a este tormento
de vida,
hacemos oídos sordos
para evitar la locura.
La sangre caliente
que recorre nuestro cuerpo,
el latir continuo,
la incansable lucha
de las células
por sobrevivir.

Oh, silencio de tardes
de estío ardientes,
de frío invierno
y heladas madrugadas ,
ronco rodar de las hojas,
alaridos de viento por las grietas,
ecos del espacio infinito,
susurros tras los muros.
Silencio de lluvia lánguida,
golpear suicida
de las gotas frágiles
sobre los traidores cristales.
Aullidos en la penumbra,
silencio frenético
entre las tinieblas de la noche.
Pululan extraños seres
entre las sombras,
colgados monstruos en perchas.
Rumor de amaneceres,
chismorreo de chicharras,
anuncios de despertares
al cantar el gallo.
Romperán el sueño
los atronadores relojes.

Ay, silencio mío que se interroga
y no admite
un silencio
por respuesta.

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