Para la alegría la oda,
el salmo,
la exaltada alabanza,
el grito de júbilo
que deja al espíritu
en etéreo danzar
y besa con pasión
la carne entregado al delirio.
A punto de rozar el éxtasis,
llegado a la orgásmica entrega,
blanda la boca,
libera al sufrimiento
en profusa carcajada.
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