De pequeña sabía llegar a casa

De pequeña sabía llegar a casa
con los ojos cerrados,
enfilaba la calle,
pasaba de un bloque a otro
hasta que mis pies
reconocían su objetivo.
Subía entonces las escaleras
sin contar piso ni peldaño
y, ajena a sus cálculos,
mi mano llamaba a mi puerta.

Hoy, con los ojos bien abiertos,
dudo de mis pasos,
cuando llamo a casa
abre siempre gente desconocida.

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