nos disteis la vida,
el alba a nuestros ojos,
tiempo a la memoria,
conciencia a nuestro ser,
olvido para el sufrimiento.
Pero hicisteis los placeres
efímeros,
y nos acechan las desgracias
a cada paso.
¡Oh, omnipotentes dioses!
aplicad vuestros mandamientos
a vosotros mismos.
¿Acaso la voluntad del hombre
debe ser más firme y noble
que vuestra fortaleza?
Pues entonces, si pusisteis
el deseo en nuestros labios
con promesa de su goce,
¿por qué tan pronto
se acaba su disfrute
y el dolor viene al encuentro?
Recordad, lo que se da
no se quita,
y, sin embargo,
¿la vida nos arrebatáis?
Vuestra palabra, no tiene crédito.
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