madre de numerosos
hijos,
siento nostalgia de
mis orígenes,
me lame el recuerdo
de tan deseado
néctar.
Su alma me penetra y
me abandona.
Este apetito es una
obsesión.
En la soledad de su
lecho,
recostada a su
regazo,
espero la respuesta
que jamás recibo.
Su recortado marco
preside mi íntima
estancia,
en su espejo se
reflejan
los infinitos astros
del cielo
que tal vez sean
hermanos
de mi propia sangre
o hijos separados de
mi útero.
Aprendo sus nombres,
intento retener las
huellas
del tiempo y en mis
sueños
aparecen figuras
endemoniadas
que quieren hablarme
de un olvidado ayer,
pero, de las cuencas
de mis manos
se evaporan sus
rostros,
igual que se diluye
la fantasía
en una ilusión vana.
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