A través (II)

Se forjó el sendero
a fuerza de pisar
por el mismo sitio,
poco a poco dejaba
de crecer la hierba,
se endureció el terreno
y fue marcando
la dirección al caminante.

Los caminos aledaños a casa,
hasta los que fueron
poco o nunca visitados,
no producen el desconcierto
y la zozobra
de aquellos que nos son
extranjeros.
Rutas que nos llevan
por territorios benévolos,
desde los que divisamos
un bosque, la maleza,
la selvática vegetación
que oculta infinitos peligros.

A veces, la tierra arde,
las llanuras tiemblan
y surge el caos en su
estructurado plano.
Descompone lo conocido,
desorienta las certezas,
aparecen nuevas montañas
y valles,
ríos sin riberas recorren
comarcas rebeldes.

Evitamos cruzar parajes
que no tengan marcados
los puntos seguros.
El camino nos advierte,
no dirigir la mirada
hacia los espacios recónditos.
Sin embargo, acostumbremos
nuestros pies
a otras superficies,
tierras vírgenes, aún sin mancha
de malicia,
penetremos sus rincones
desprendidos de temores infundados.
Nos ofrecerán la blandura
y bondades de su inocencia.
Sin miedo, vayamos y atravesemos
su horizonte,
del que nos mantuvimos
alejados, cautelosos.
Entremos, descubriremos su gran
belleza.

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