Un día, alguien se
adentró,
pero un hombre,
nunca hará camino.
Pronto sus huellas
las disolvió el
viento,
se cubrieron del
polvo
que levantaron sus
sandalias.
Un camino necesita
ser andado.
A su abandono le
salen pronto
los tentáculos del
olvido.
No confundamos
camino
con linde,
éste es separación
que no se profana,
veto que sólo
quebranta el vigía
de la cosecha
propia.
Tampoco es un camino
el cortafuego que
protege
de las llamas
enfurecidas,
ni la distancia
respetada
entre hileras de
árboles
para dejar crecer
sus ramas y raíces.
No hay caminos
en el desierto ni en el
océano,
tampoco donde la
naturaleza
sembró arrebatadora
vida,
el promiscuo deseo
de supervivencia.
Sólo los seres
humanos,
cuando hicieron
costumbre
y hábito de reposo
en su caminar
errante,
construyeron caminos
de ida
y siempre vuelta.
Porque hasta el
Ulises
más viajero,
regresa, al final,
al lugar del que
partió.
No hay comentarios:
Publicar un comentario