¿Qué bíblico pecado le quitó el sueño
durante años
y le hizo llorar a escondidas
bajo las sábanas,
vagar su tristeza
por calles solitarias y oscuras,
alejada de miradas furtivas,
para hallar consuelo de tan dura carga?
Rondaba el ejército cruel
de la consciencia sus desvelos,
soldados martirizaban su alma,
oprimían el corazón
y era su remordimiento un suplicio.
Hoy se abren las comisuras
de su boca,
sale feliz una sonrisa amplia,
rompen los barrotes de aquella cárcel
unas fuertes carcajadas.
Lamenta aquel inútil sufrimiento,
el dolor de un castigo injusto,
la culpa por estar viva.
¿Qué falta mortal es desear,
caer la carne en la humana tentación,
vibrar ante el roce
de una caricia, de un beso?
¿Es debilidad acaso o extraño proceder
de quién fue creado para sentir?
Con ningún Dios hizo contrato,
no traicionó a nadie,
ni su mano hizo ajena herida.
¡¿Debe pagar el inocente
tan dura penitencia
por el único delito de permitir
que la vida le abrazase?!
Que baje el juez de su pedestal
y vea tan flagrante injusticia.
¿Quién resarce al reo
de sus horas de lágrimas y dolor?
Qué bíblico pecado le quitó el sueño
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