Nunca vi una sonrisa más tierna

Nunca vi una sonrisa más tierna
en una cara tan asustada.
Ha sido el destino injusto contigo,
no te acompañó la suerte
en la vida
y aunque aún persiste
en tirar de ti,
eres como ángel
o frágil pajarillo llevado por las alas,
por un impulso obstinado
en no dejarte caer al vacío.

¿Qué pueden unos ojos ajenos
ver a través de los tuyos,
ópalos de negro ébano,
brillantes de una extraña luz?
La mirada se pierde
en su profundidad inalcanzable.
¿Qué laberinto lleva a tu centro?
¿Acaso tú lo visitas
o ni siquiera te atreves
a entrar en él?
Ha sido tanto lo vivido,
hubo tanto desengaño y soledad,
traición y maldad de un mundo
que no te comprende
y con el que tampoco haces comunión.
Cualquier verso no te haría justicia,
sería una ridícula mueca de ti.

Qué pocas personas llegan
a entenderte,
aunque te haces querer
con esa dulzura nada empalagosa
que desprendes con incómodo recelo
para que no te invadan.
Deseas el espacio que te pertenece
sin pedir nada a cambio
y, sin embargo, ¡cómo se empeñan
en controlar tus pasos,
tus deseos y condiciones!
Qué atrevida es la prepotente actitud
de los que creen saber mejor
lo que tú necesitas.
Qué falta de respeto
de quienes exigen a cambio
el derecho al suyo.

Apagas hoy unas velas
como las llamas de la vida,
que van haciendo ascuas
en tu memoria y consciencia.
Eres una niña perdida en un océano
turbulento, lleno de monstruos.
El amor fue una caricatura cruel
del verdadero,
te abrazó y te soltó
hecha pedazos.
El tiempo ha hecho sus remiendos
y a estas alturas del viaje
te basta tan poco,
algo de comida, tranquilidad
y olvido.

Sin las tuyas, coges prestadas
inventadas ilusiones,
historias de amor y vida,
llenas de color y romanticismo.
Hilar unas con otras
hace la red que sostiene
tu pequeño mundo
en una salita estrecha
con un sillón cómodo,
ventilador en verano,
calentador en invierno.
¿Qué más se puede pedir?
¡Lo tienes todo!

Reclamas independencia
sin banderas, con tu silencio
y amables palabras,
que te dejen poner
tus sueños a salvo.
Hubo gente ruin
que aprovechó
tu débil resistencia
para ejercer la fuerza del mal
en tan inocente criatura,
pero hasta en esa situación,
demostraste gran valentía
a pesar de tus miedos.

Te rodeas de voces y gritos
que salen de una tele.
Son tu compañía perfecta,
puedes desprenderte
de ella o invitarla
con tan sólo dar a un botón.
¡Ojalá hubiera sido tan fácil
callar aquellas otras voces!
Una pantalla has puesto
entre tú y los otros,
el universo que te alimenta,
lejos de los que te quieren imponer
sus razones.
Tal vez, les molesten tu libertad.
¡Bajo el escudo del amor
se cometen tantas barbaridades!
Tienen los cuerdos la soberbia
de creerse en lo acertado.

Bendita locura la tuya
que, sin exigir, ofreces
tu dulce sonrisa
y pides con ella, simplemente,
que te dejen ser.

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