Cruzan el cielo aves oscuras
en este plomizo día
de una luz diáfana.
Lejos, en el fondo,
brilla un mar contagiado
de su mismo ánimo,
aunque el sol pone
dorados reflejos en su rostro.
Espera el largo atardecer del estío
envolver el horizonte
con pliegos anaranjados y rojos
de ardientes brasas.
Fuego que se apaga lentamente,
aunque aún salten inflamadas ascuas
hasta enfriarse su fuego
en el crepúsculo de la aurora,
breve pausa para un naciente sol.
Encenderán estrellas
otra pasión fulgurante
en los cuerpos entre sombras.
La arena fría será su lecho blando,
quizá aparezca en su negrura
una lamida luna de hielo ,
faro de sueños y amores
que son también quimeras.
Otra ilusión fugitiva llegará mañana,
viajera vida que nos brinda
su paleta de colores,
cuadro pintado a trazos,
con perfiles de claridad y tinieblas.
En un alambique de eternidad,
su esencia se destila
dejando el rastro
de sus residuos impuros
en nuestra mirada.
Cruzan el cielo aves oscuras
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