Hay un reflejo en el techo, 
foco de luz en las adelantadas sombras. 
Va llenándose de penumbra la estancia, 
cubre con avidez clandestina 
los espacios. 
Hay tras los cristales 
un sol aún potente, 
son los tejados escudos 
de sus brillantes lanzas 
que apresuran el ocaso. 
Miran los ojos y se recrean 
en las cosas 
que lentamente se apagan, 
elementos inertes llenos de vida 
con historias únicas. 
Sus relatos los convierten 
en seres animados, 
se nutren del mismo aire 
que respiro, 
desperdigan sus semillas 
y es este lugar tan suyo 
como mío. 
Reclaman con justicia 
este derecho. 
¿Quién se atrevería a poner 
precio a sus cabezas 
sin pecar de grave delito? 
No es cambio mercantil, 
tienen valor como mi vida, 
son partes de mi esencia, 
recorren mi sangre 
y acompañan mis sueños. 
Sobre la tierra, mis cenizas, 
en el mismo fuego 
se harán brasas. 
  
Hay un reflejo en el techo, 
sombras que anidan 
sobre las cosas y el mundo, 
que en este instante, 
alumbra mis ojos 
antes de cubrirse de noche.
Hay un reflejo en el techo
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