A pesar de las nubes

 A pesar de las nubes la noche es clara, las lleva el viento y a ratos cubren una luna que crece cada día. Al cruzarse por encima su claridad, deja rastros luminosos, bordes de un gris teñido de burdeos. Es noche profunda y sin embargo, parece el inicio de un nuevo alba. Perfila la luz clara con maestría este mundo que duerme. Sobre ese fondo misterioso  emerge la rotunda presencia de una iglesia, trazado cada detalle con limpias líneas. No hace falta un sol para mostrarla en toda su grandeza. Hacia poniente donde se hacen nudo las tinieblas, se levanta suave una espadaña  culminada por una rústica y pétrea cruz. Al este, buscando la luz, está la torre del campanario, hermosa silueta con los cuatro arcos de sus ventanas huecas tragando todas las sombras. Con su viejos yugos de madera y solo tres campanas silenciosas. Dentro, a resguardo, dormitan las palomas.
En esta noche de clara luna, bañada de gruesas nubes cargadas de lluvia, el insomne antes de rendirse al sueño, respira su belleza y deja acariciar su rostro por este aire frío. Son como estas nubes claras y oscuras, muchedumbre brumosa que huye hacia otro firmamento, abandonado el espíritu al reposo. Madrugada de este cielo sublime que contiene todos los miedos y todas las promesas, la amenaza de la incertidumbre y el consuelo de la esperanza.

No entender nada

 No entender nada.
Después de este fuego
abrazar la decepción gélida
de la noche del desierto.

Como estar perdido en el bosque

 Como estar perdido en el bosque
para volver a soñar y jugar
con las piezas de otro paisaje.
Igual que al alba el sol calienta
la piel y derrite el rocío
y resplandece bajo la escarcha sombría
el verde prado luminoso.
Así retoma el cuerpo la confianza
se acomoda en el espacio.
Los miembros van ligeros,
no están ceñidos los brazos ante la intemperie.
Comienza a recibir el calor de su abrazo
amable, cálido, amigo.
Con el corazón en calma,
entrever tras las enredadas ramas el claro,
sin buscarlo traspasar la linde de lo oscuro.
Ya no tiemblan los pétalos de esta flor,
habita el territorio de su refugio.

Qué sigiloso paso

 Qué sigiloso paso
lleva esta mañana.
Qué confusión de ecos
recorren las calles.
Y pretendes de cansancio
levantar castillos,
si va esta pereza en reposo
de piedra en piedra
y deja abandona a la sombra
la voluntad frágil.
Traes las suelas manchadas de cenizas
y harás huellas de lodo
cuando caiga la tormenta.

La línea

 Opinemos todos:
la línea está torcida, recta,
ondulada, zigzagueada, diagonal, secante.
La línea está segmentada,
infinita, perpendicular, cortada,
tangente, paralela, superpuesta,
discontinua, quebrada, clara y difusa.
La línea es una raya,
marca en el espacio,
borrón sobre las letras,
coordenadas de abscisa y ordenada.
La línea imaginaria,
líneas que convergen o divergen,
líneas hechas punto a punto,
líneas dispersas fueras del plano,
líneas que señalan, subrayan,
tachan, enmarcan y encierran
sostén caligráfico, mapa y guía.
Líneas en cruz y encrucijada.
Línea oculta, fantasma,
central, repudiada, solitaria.
Líneas sólidas, finas y gruesas,
líneas que forman figuras,
dan volumen y área.
Línea luminosa, emocional,
normalizada, funcional, inútil.
Líneas radiales, elípticas, caóticas,
clandestinas líneas entre sombras.
Líneas mixtas, cerradas y abiertas,
profundas.
Líneas simbólicas, espirales, fractales,
predecibles.
Líneas infértiles, procreadoras,
fanáticas y cuerdas,
tan escrupulosas que ni se tocan.
Para opinar toda una gama geométrica.

Mi línea es rúbrica personalizada
sin patrón ni molde.
Prefiero la línea errática, crítica, curiosa,
compleja, la antítesis, la imperfecta,
aquella que mi boca modula
y pronuncia la palabra,
ese hilo salivar que produce mi lengua,
dendritas ramificadas de mi cerebro,
estrellas fugaces que recorren mi médula,
humor nutrido que vierte savia
a mis entrañas.

Nadar a ratos y dejarse llevar

 Nadar a ratos y dejarse llevar
por la marea.
Nada y mécete.
Nada somos,
simples pinceladas de azul
sobre un inmenso océano.

En los infinitos espacios

 En los infinitos espacios
va libre de la carga de la carne,
por el aire camina con pies etéreos
su sustancia.
Es contraría melodía a nuestros oídos
y esta recia piel no está hecha
para notar su sutil roce.
Qué decir de los ojos
que sin fe caminan,
atados a la luz que entra
en sus pupilas con sombras,
¿cómo distinguir su brillo transparente?
De aquel jardín oculto
no llega el aroma de sus flores
y, aunque la boca en silencio
capte un sabor indefinible,
solo el corazón atiende el recado
de sus líquidas palabras.

Búscame allí donde se ocultan las sombras

 Búscame allí donde se ocultan las sombras
tras robarle la luz a los objetos.
Si arañas el envés del espejo verás
la transparencia de tus desvelos.

Mientras la luna sale,
cierro los ojos y rezo.

Búscame allí donde se forjan los colores
que el tiempo tiñó de negro.
Si descorres todos los velos verás
el brillo azabache de aquel cielo.

Mientras el sol sale,
abro los ojos y muero.

Voy a evocar cada piedra

 Voy a evocar cada piedra
de este templo.
Voy a mirar su cruz
para hacerla recuerdo y nunca olvido.
Voy a retener en mis oídos los ecos
y trinos cotidianos,
también la alegría de sus campanas
callando todas las voces.
Voy a encerrar en mi retina bajo llave
este horizonte de luz infinita,
su sublime firmamento de nubes y luna.

Soy nómada, pernocté en sus brazos
bajo la luz del sol y la noche más oscura.
Voy a un lugar nuevo con otra capa de piel
y abandono la cáscara de tu aire y tus muros.
Bebí de tu fuente y su soledad sonora,
entre sus calles quedarán mis huellas y las tuyas
y, en el silencio, nuestros murmullos.

En este destierro elegido,
voy transeúnte por esta tierra
hasta alcanzar los infinitos espacios
de las eternidades.

Dejo muda memoria
y conservo melodías de recuerdos.
Cargo la mochila de semillas
para sembrar nuevas cosechas.
La vida hasta quieta es errante
y su sendero siempre incierto.
Es bruma en lontananza
que se deshace a cada paso.

Oh, muerte, que te niegas a mi mirada

 Oh, muerte, que te niegas a mi mirada
y no me muestras ni cercanía ni lejanía,
tejes tus hilos callada sin susurrar al oído
ni cantar mientras haces tu labor.
No sabemos si eres sombra de otra noche
o vienes de camino para hacer último alba.
Ah, muerte, siempre pegada a nuestra boca,
lanzada tras las palabras inútiles
de este escaso abecedario,
vuelves a la úvula de nuestra garganta
sin escupir ni el más leve suspiro,
ni dejar cabo suelto de tu secreto
hasta que, culminada tu obra,
en nuestro postrero aliento te manifiestes
y ya, vestidos de mortaja,
disuelvas en la nada este sueño que fuimos.

Hoy, en este día de marzo

 Hoy, en este día de marzo,
en este cielo por donde se divierte
un sol caprichoso, niño que corretea
y juega al escondite con las nubes,
mi espíritu se siente confiado,
aunque sabe que no podrá
agarrar para siempre esta emoción
y regresará la bruma del desencanto
de la tristeza.
Entrará su alada sustancia a una cárcel
hecha de barrotes endebles
que parecerán de puro acero.
Creerá imposible de escapar
y al rato sin más se va a disolver
como hilos de agua transparente.

Qué extraño este vivir

 Qué extraño este vivir
del que nos sentimos sus dueños
y ni siquiera somos inquilinos.
Por qué atarnos nuestras propias cadenas,
si viene la brisa y su nudo se rompe
y cuanto más libre te sientes,
los dedos alargados de las sombras
se enredan y hacen nube oscura
sobre tu cabeza.

Qué extraño es este vivir
sin certezas de un mapa
que trace claro las sendas.
Por qué dejamos entrar al miedo,
si somos objetos de su capricho.
Sacudirse ese polvo gris.
hacer ovillo y lanzarlo lejos,
satélite del cosmos ignoto,
mientras nos dejamos llevar,
mecidos por sus ondas.
Que decidan nuestros pasos,
nos baste confiar en que el reloj
no se pare, levantarnos a una hora,
reír a la sorpresa,
soñar mucho
y llevar siempre los párpados levantados.

Me ha inundado su aroma de hierba

 Me ha inundado su aroma de hierba
bajo la neblina de un amanecer.
Ha llegado con su traje de señora,
seria y callada.
Arrincona la voluntad
y busca un asiento cómodo
al abrigo del norte,
un lugar sereno, donde se respire
sosiego y cobijo.
Tendrá ese espacio que hacerse
reconocible y para ello
hará falta habitarlo.
Me ha inundado su bruma,
su corriente de aire frío
y mi corazón temeroso
se encoge apretado en el pecho.
Cruzo los brazos para retener
su palpitar alocado y recibir
el calor de un fuego amable.
Qué desagradable tiempo de pereza
que siembra miedos y desánimos
con este otoño recién llegado,
tan desapacible que se barrunta
se adelante el invierno.