Decaen las fuerzas,
pierden ímpetu los deseos ,
cede la voluntad
al peso de los años,
envejecemos.
Se hizo insípido
el sabor de las cosas
y nos envuelven fragancias
del ayer en el presente.
Es el reloj del tiempo eterno
que la vida divide en cuartos,
agota sus minutos
y las horas parecen rápidos
segundos que se escapan
de sus dedos de aguja.
Floreció la primavera,
mostró su lozanía,
alcanzó esplendor en el estío
y llegó el otoño de la mano
del invierno.
No habrá nuevas primaveras,
fuimos flores cortadas
puestas en un jarrón
con agua que no fue suficiente
para mantenerlas frescas y vivas.
Se secarán los pétalos,
perderán brillo y color,
hojas y tallos antes firmes y verdes
serán quebradiza armadura,
roída materia y podredumbre.
La muerte a mordiscos
devorará la belleza
y excretará sus desechos.
Somos jugosos frutos
donde anidan gusanos
y acaban tragados por a tierra.
Transeúnte
por un paisaje de calendario
Decaen las fuerzas
Ocultarse
Ocultarse,
encerrarse entre las valvas,
disimularse en el defecto,
oír el lamento por ser condena
de un pecado no cometido.
Solo desear la transparencia del cristal,
sin juzgarse, delimitar su figura humana.
¿Qué valor puede tener el guijarro
entre piedras preciosas?
¿Debe tal vez avergonzarse?
Mejor ser olvido,
sal diluida en el mar,
estar sin ser vista,
brizna de hierba en un prado
que agita el viento.
Millares de miradas la niegan
Millares de miradas la niegan,
iris claros la acarician y olvidan
y tiernas pupilas la abandonan.
¡Qué solos quedan los ojos
con sus lágrimas!
Estoy nadando en la nada
Estoy nadando en la nada.
En este intenso ruido
soy silencio grande.
En la playa el mundo juega
a ser felices
a la orilla de un mar incierto,
mientras habito mi isla vacía
y a ella me entrego sin lucha.
Después de pelear con los posibles,
hice tregua perenne con lo inevitable.
Destruyó la intemperie
la madera de mis barcos,
gasté las provisiones,
perdí muchos bártulos
cuando agitó el viento
y se los llevó la marea.
Soporto las inclemencias
con el cuerpo desnudo,
deshilachando miedos.
Con los harapos anudados
me cubro cuando hace frío.
Al final, la piel se ha cubierto
de una fina costra de barro y sal,
soy tierra en medio de estas aguas.
Ser ave que divisa la holgura
Ser ave que divisa la holgura
de un territorio,
no para elegir presa,
sino hacer reposo de su vuelo.
Hablar con uno mismo es saber
Hablar con uno mismo es saber
que en ti está el otro.
Estableces un diálogo,
le preguntas y te responde,
pides comprensión y desahogo
y obtienes consuelo, censura, duda.
Tal vez, recibas algún consejo
de amigo, aunque la demasiada confianza
te moleste cuando te riña.
Hay respeto, no siempre
le permites ciertas contestaciones.
No aceptas un no por respuesta
y detestas sobre todo su silencio,
cuando en gritos lo llamas y no acude.
Te sientes entonces abandonado
y duramente con él te enfadas.
Hablar con uno mismo es nunca sentirse solo,
aunque estés ausente.
Hablar con uno mismo es hablar con dios,
entre ambos encontrar el bálsamo
de una verdad que no duela,
recibir el abrazo en el llanto,
la fuerza para agarrarte a su ancla
para no hundiros juntos.
Morir a la soledad
Morir a la soledad,
no en soledad.
Morir a los miedos,
no en los miedos.
Morir a los sueños
y despertar.
Acaso es razón de ser el camino andado
Acaso es razón de ser el camino andado,
y bastan en la oscuridad unos tragaluces
hasta llegar a la zona sin espacio.
Ni color de día ni sombra de noche,
la palabra olvidada devolverá
la voz engendrada en el Verbo.
Dios sin creencias ni criterios
Dios sin criterios ni creencias,
ello y no aquello.
Soy el no yo, el universo mismo,
y dejo al yo en su tumba
donde rezan miedo y dolor.
EN nuestros paseos sabemos
EN nuestros paseos sabemos
que estos pasos serán huellas
en otro mañana.
Trazamos día a día un mismo recorrido
y siempre nos sorprende
la belleza de algún detalle.
En esta noche húmeda,
nuestros rostros reciben
un frío que aviva la sangre.
Al abrigo cálido de nuestras prendas
se une el calor de nuestros cuerpos
agarrados el uno al otro.
Hablamos de muchas cosas,
añoramos ya
este presente
que será recuerdo
o quizá olvido.
Intentamos retener en la mirada
la solemnidad de estos contornos,
su imagen fantasmal bajo la bruma.
Son cuerpos que dicen ser inertes,
sin embargo, cuánta memoria dialoga
con estas gotas suspendidas en el aire.
He mirado
He mirado
el trecho marcado de mis palabras
escuchadas por ojos extraños.
Fueron selladas al papel,
trazaron un paisaje de senderos.
Puertas y ventanas abiertas al vacío
eran sus intervalos
allí donde su río dejaba un lecho seco.
Qué mágico encanto convirtió
la voz en estatua,
no de piedra ni mármol,
sino obra líquida
que adquiere múltiples formas
con el corazón que las siente.
No estoy sola pues tú estás
No estoy sola pues tú estás
en la luz que recorre las calles.
Sobre las nubes siembras destellos
con pinceles mojados en oro líquido
nacido de minas ocultas en el infinito
donde la Luz habita.
Y las nubes me enseñan
cómo es nuestra vida, constante fluir.
Las veo seguir su camino
llevadas por brisa a veces,
empujadas por un viento hostil otras.
No es soledad vacía pues el mundo
penetra por cada poro de mi piel.
Oigo los ecos y su armoniosa melodía
son cantos de otro universo oculto
tras el cristal opaco de mis ojos.
Sombras somos, sombras deformes
de un paisaje distinto,
más intensos son sus colores,
indefinidos sus detalles.
Mi mirada imperfecta sigue entre tinieblas
con la guía de un impalpable hálito.
Algo sin forma llena y rodea mi cuerpo
y sin ataduras se desenvuelve por los espacios.
No tiene nombre aunque es nombrada alma
y me impulsa hacia un lugar
que nunca alcanzo.
Soy un tenue fulgor de lo perpetuo,
masa de un reflejo,
mota de polvo suspendida,
luz que atraviesa esta sumergida oscuridad.
Intuyo, sospecho, confío y espero
saberme diminuto instante de luz,
brillo en un inhóspito horizonte.
Me paseo por este valle,
mi oriente y mi oeste de cada día,
mi orto y mi ocaso eterno.
Qué corta queda la palabra
Qué corta queda la palabra,
qué sumisa se muestra a lo inefable.
La palabra se dice, se pregona,
se encierra y deja en el aire su grito,
en la piedra, su huella.
Qué triste está la palabra,
qué ardua lucha su propósito.
La palabra se alza valiente
aun quedando su bravura
en un leve suspiro.
La palabra, qué hermosura en la boca,
en los trazos de sus sonidos.
Pobre palabra que por torpeza enmudece.
Toda ella se esfuerza
para dejar la verdad apenas difuminada,
insinuada luz, filtrado rayo
por el agujero de su cerradura.
Ah, la palabra con pecado concebida,
mácula en un lienzo blanco,
encarnado verbo,
fuego, fulgor, llama, lumbre,
claridad mínima que penetra
por una ventana entornada.