En estos ojos cerrados
se bañó un infinito cielo
con rayos de luna.
Dibujó estrellas en el mar
y perlas de rocío
vestían su prado verde.
Brotan flores de papel
sobre una tela de araña,
ramas de este tronco de piedra.
En estos ojos cerrados
La madre recoge al hijo muerto
La madre recoge al hijo muerto
descendido de la cruz.
Lo recoge a su regazo
al igual que al nacer.
Entonces recibió al niño
que se hizo hombre,
ahora acoge con dolorosa
devoción al hijo resucitado.
Ese cuerpo que fue su hijo
para vivir la eternidad.
Recorre caliente la sangre
Recorre caliente la sangre
al abrigo del lecho,
late el corazón bajo las mantas.
A una mano le vence el sueño,
sin tacto desaparecen masa y volumen
y el blando colchón que la sostiene
será líquido tabique que se traspasa
sin encontrar fondo ni tope.
Queda la conciencia sin agarre,
confundida de sus límites.
La densa niebla oculta el campo
y su cosecha se pierde,
el humo cubre el horizonte
y la mirada se desorienta.
Las nubes ocultan el azul del cielo,
la esperanza duda
si volverá el sol a lucir mañana,
cuando el viento con su furia
las hagan huir humilladas al exilio.
Sensible son los andamios
de esta estructura levantada con argamasa falaz.
Con un dedo se derrumba,
Y entonces, si esto ocurre,
¿dónde habitarán razón y alma?
Son los mismos muros
Son los mismos muros
y nosotros hemos cambiado tanto.
Esas altas columnas nos dieron sombras
en una tarde perdida de un lejano otoño.
De no ser por el instante
que grabó la luz que en el lugar habitaba,
tal vez, sería olvido o nublada memoria.
Han crecido los años
como altura en sus huesos
mientras estos se reducen a polvo.
Son los mismos muros
¡tan jóvenes aún!
y nosotros tan viejos.
Han florecido los naranjos
Han florecido los naranjos
y esparcen en la noche
su dulce aroma a azahar.
Comienza la orgía
de la primavera.
Ronda por el cielo multitud de aves
y, en las mañanas,
un fluir de gente
recorre con sus miradas curiosas
los vetustos monumentos.
Ay, qué sola está la fuente
cuando las sombras la rodean.
Brilla como una diosa
y vierte por su boca
la transparencia de sus palabras.
Es su brotar canto que arrulla
a las palomas entre las ramas dormidas,
y entrega sus secretos más íntimos
al corazón del poeta.
Son sus gotas brillantes perlas de nácar,
en la noche serena su presencia
es un gozo para el alma.
Con este ligero día
Con este ligero día,
qué pesada tarde.
Con estas horas,
cuántos años huyeron al exilio.
Este presente y sus segundos
efímeros
vuelve a recoger en un saco
roto
su tiempo líquido.
Y si todo aquello que fue,
ya no existe,
cómo tener la certeza
de que un día fuimos.
Dios de las escalas del infinito
Dios de las escalas del infinito,
ecuación sin solución,
incógnita irresoluble.
Dios, que supedita al hombre
a levantar un Padre Omnipotente,
un Creador Supremo,
con el ingenio de sus palabras,
metáforas, razones,
miedos e ignorancia.
Necesario para sus dudas y vacíos,
para su pequeñez y su fragilidad.
Dios, al que ponemos nuestras características,
Dios hecho a imagen y semejanza del hombre
por la cortedad de nuestra inteligencia.
Vestido de grandeza insuperable,
esconde bajo su túnica
el gran secreto de la existencia.
Y este Dios, ya nombrado,
tejido de luz,
qué mediocre resulta siempre
bajo nuestra mirada.
Con ruda roca esculpimos tan pobre imagen,
la mejor obra posible
levantada por nuestras manos.
Dios y su paraíso para dar respuesta
a la muerte,
para satisfacer la incomprensión
la justificación de lo fortuito,
la insensatez de no tener causa visible,
la injusticia de la vida,
su dolor, pobreza, maldad
por la redención del sufrimiento.
Este insignificante ser que sueña
con ser como Dios,
dominar la tierra y sus confines,
alcanzar las alturas del universo,
acaparar bajo su mando
entre sus cortos brazos
el imperio cósmico,
la inmensidad de lo eterno.
Dios, cómo dirigirme a ti
con la escasez de mis palabras
y la imaginación torpe,
sumisa al bagaje que carga mi cerebro.
¡Qué humanidad ilusa,
soberbia de estar en la cima
de la jerarquía animal!
Dios, ¿qué nombre darte
que no contenga las letras
de un abecedario?,
¿qué calificativo que se ajuste
al perfecto sustantivo?,
¿qué don otorgarte y no errar?
¿Cómo dialogar con mis palabras
y tu silencio,
con tu suspiro inaudible?
¿Con qué ojos ve este Dios
y qué orejas nos escucha
si su enigmática sustancia,
aunque hecha del mismo polvo,
hace descomunal su tamaño
y sus geometrías perfectas?
¿Cómo obtener la Única fórmula
con nuestros números?
¿Cómo crear con esta materia endeble
tan perfecto diamante?
¿A qué Dios rezar?
¿En qué vasto territorio
tiene su casa,
de qué país de Jauja
será único habitante?
En esta silla se sienta el silencio
En esta silla se sienta el silencio
y espera.
Sin confianza y distraída,
la vida le pasa por delante.
Hay más sillas repartidas por la casa
pero no tiene piernas adecuadas
para caminar hacia ellas.
Su posición en una esquina
le permite tomar algunos rayos de sol,
sin embargo, no puede evitar
que estos además de darle cálidos abrazos
también borren poco a poco
el brillo de su barniz.
Ella misma se consuela
meciéndose con ayuda del aire
que entra por la ventana
y soporta estoica la intemperie
de la tristeza de un abandono.
No permite ya que su balanceo
murmure decepción ni reclamo.
Hace tiempo que perdió la esperanza
y con ella se marchó el afán
por lograr una explicación.
Retiene en su frío cojín
el resentimiento de aquel cuerpo
que nunca con ella se sinceró.
Este pueblo de obispos y beatos
Este pueblo de obispos y beatos
tiene rostro de nobleza y orgullo.
Entre muros robustos, la piedra
rodante resiste los pasos del tiempo.
Tierra de campos y colinas,
donde lo verde siembra frutos maduros,
gula de vientres hartos,
semillas para hambrientas bocas.
Luz de un cielo azul, nubes blancas,
fuente sonora, sagrados cipreses,
templos profanados
y melodías de campanas.
Altos vuelos de aves
y, a ras del suelo, sus sombras.
Horas de tantas voces
y solemne silencio,
horizonte de sueños y promesas,
muralla de tejados por donde caminan
las palomas con sueños de libertad.
Sin corona de oro,
se alza humilde su cruz pétrea,
aspirando lo eterno.
Tus razones no son mis razones
Tus razones no son mis razones
y con mi razón a Tu razón no llego.
Quizá no sea cuestión de lógica
la Verdad absoluta,
dilucidar con tan torpes palabras
lo irresoluble.
¿Cómo ganar en fuerza con la pelusa
al Polvo cósmico?
Los cristales de nuestros ojos
no soportan la Luz impenetrable,
ni llega a nuestras orejas
la voz de la Certeza rotunda
indisoluble, indivisible,
eterna, divina.
Para nuestras manos innobles,
¿qué dedos podrán rozar siquiera
la eternidad inefable?
El mundo sin sentidos no existe
El mundo sin sentidos no existe.
¿Acaso le duele a la sombra
de este cuerpo las pisadas,
sangra si la golpean,
coge frío bajo la lluvia,
teme en la solitaria calle
el vagar de las ánimas?
No mata la bala homicida
la silueta sobre la piedra de la paloma.
Mientras la sólida materia
se estremece por los aullidos de un perro
en el silencio de la noche,
¿qué le importa a las alargadas sombras
que rondan las farolas
sus malos augurios de muerte?
No podrán clavar sus colmillos
en su sustancia de aire,
no llevarán prendidos sus despojos
entre las fauces.
Solo el rayo penetrante la devora,
la destruye, la convierte en haz de polvo.
Ausente, suspendida por un tiempo breve,
volverá a caer su leve peso sobre la tierra.
Exiliado de un país sin nombre
Exiliado de un país sin nombre,
caminé desiertos,
navegué océanos,
me perdí por oscuros bosques,
llegué a verdes valles,
rodeé montañas,
atravesé ríos,
encontré aldeas,
y me hice a sus costumbres.
Llevo en el alma su vacío
y retumba en mi corazón
el eco de su amada voz.
Me siento extranjero allá donde voy,
sin encontrar los contornos
que contenga la imagen
guardada en algún lugar de mi memoria.
Pienso que tal vez, fue un sueño
ser habitante de un paisaje que no existe.
Con el tiempo dudo y pierdo la fe de encontrarlo.
Esta aventura sin meta ni retorno
es un odisea para dioses
pues adónde ir, cómo buscar sin mapa
el hogar que un corazón añora
y la razón no acierta a orientarse.
En la nada, ni piedra ni arena
En la nada, ni piedra ni arena.
Y, sin embargo,
sobre su vacía sustancia
se levantan infinitos universos.