Renuncia al prójimo como a ti mismo,
vacía de sentido este mundo,
quita todo valor a las vanas cosas,
aniquila el vínculo.
Mira la desnudez de nuestra esencia,
destruye el ego,
alimenta el afecto hacia todo
sin discriminar bueno de malo.
Entrégate al impulso cósmico,
vive conforme a lo que tienes,
a lo que pierdes,
no hay más ganancia
que la calma del espíritu,
ni mayor saber que hacer desprecio
de dones prestados,
de fútiles posesiones.
Ofrécete a su voluntad sumisa.
Haz aborrecimiento
de toda gloria terrenal,
de anhelos y estimación
propia ni ajena.
Guarda el alma los peores instintos
y la razón un equivocado orgullo.
Es una presunción vanidosa
creer tener el control
de tus pasos,
soñar con vislumbrar
la acertada figura
sin fisuras y clara línea.
No vistas tu sustancia
de una fortaleza ficticia,
la vanidad nos dibuja perfectos
dueños de un edificio
levantado a puño y letra,
cuando solo somos
pisadas sobre huellas
frágil semilla volátil,
tendente a mezclarse
con polvo y légamo.
Mira el verdadero rostro
de los pensamientos,
estructuras fabricadas
con piezas imperfectas.
Ve hacia la nada,
contagiado,
penetrado,
por su blanca luz.
No te busques, no vayas
a tu encuentro,
tu ser ya existía.
Renuncia al prójimo como a ti mismo
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