Amada amiga la paciencia,
desatas los lazos
de la espera agónica.
¡Bien sabes tú quién manda!
El reloj impone las horas
a la distancia breve
que llega a ser
inmenso páramo.
Vuelca los granos de arena
a la urna opuesta
cuando leva el ancla invisible
que la sostiene.
Odiosa impaciencia, enemiga
del alma,
agitas su calmado océano.
Inflamada soberbia
que pisa un pie de gigante.
En el infinito no hay huellas,
desierto borrado de ayeres.
El hoy se escribe con lentos
pasos,
freno que no alcanza futuro.
¡Calma, anhelo!
Que quién abriga
tu frágil sustancia
es el deseo del cosmos.
Amada amiga la paciencia
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